martes, 8 de diciembre de 2009

Bellezas y Miterios del Río de San Sebastián

La hermosura del riachuelo de San Sebastián, ubicado en Tacarigua Adentro, es otra de las maravillas que encierra esta “Isla de Dioses”. Visitar este lugar es extasiarse con las aguas crista­linas que vienen bajando del cerro de la Palma Real que pertenece al macizo montañoso de Copey, en el cual por cierto nacen otros riachuelos como el San Juan y el de El Valle del Espíritu Santo.

Este sitio paradisíaco es impre­sionante no sólo por la imponente montaña que lo cobija, sino por la cantidad de árboles frutales que se encuentran alrededor de su cauce que pareciera que sonríen al paso de las aguas y agradecen el riego, y premian a los agricultores y a todos aquellos visitantes que tienen la di­cha de llegarse por el lugar, con la exquisitez de sus frutos, tales como diferentes clases de mangos, nís­peros, mamey, jovitos, aguacates, pomarrosa, cocos y otras especies autóctonas que hacen las delicias de propios y extraños.

Pero también quien se atreve a incursionar por tan indescrip­tible paraje, puede observar una especie de túneles que se adentran hacia la parte rocosa de la mon­taña, los cuales son un misterio, pues de cuando niños se nos decía que esas galerías las habían realizado los españoles y por ahí se comunicaban con el castillo de Santa Rosa.

Sin embargo, más tarde oímos otra versión que dichas grutas fue­ron construidas con la finalidad de que manara más agua de la mon­taña y así aumentar el caudal del río que surtía de agua a Tacarigua y a otros pueblos.

Más adelante escuché otra ver­sión, la cual me fue narrada por viejos del lugar, que indica que por el año 1939, se empezó a construir el acueducto que surtiría de agua a Tacarigua, Santa Ana y Juan Griego, y en dicha cons­trucción trabaja­ron unos ingenie­ros que dedujeron que como el oro siempre está cerca de los cauces de los ríos, excavaron esas grutas para ver si conseguían dicho metal precioso, pero al parecer no fue así, y los túneles quedaron ahí para otros cuentos y leyendas.

Pero sea cual sea la razón, la verdad verdadera es que al riachuelo de San Sebastián aparte de ence­rrar misterios, le sobran bellezas que son envidia de muchos luga­res del mundo.
EMIGDIO MALAVER G.
emalaverg@gmail.com

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