En las laderas de mi valle, por allí justo donde el aguacero besala tierra fértil, donde germina la semilla del bién y el viento acaricia los malojos; producto de una sementera de infinito amor, se dió una cosecha de cultura con frutos de costumbre y tradición. De esa labranza, desyerbar, repaso y riego de Doña Emiliana del Jesús Romero y el conuquero Juan Moya, en el Mes de la Virgen María, de las madres y de los trabajadores, en ese mayo donde el campo reverdece y se conjuga el brillo de las flores con el trino de las aves, el 28 de ese mes, de 1943, nació en San Sebastián de Margarita, Quintina Solange Moya Romero. Creció con el afecto, fuerza y vitalidad que dan el calostro maternal y el café con la arepa tiesa “migá”, y siguió creciendo alegre y divertida, con la bullaranga de los muchachos de la época, con camisón y descalza, con los pies llenos de saliva de tabaco por los escupitazos de los viejos, al lado del “jaz” de leña y hedionda a humo de fogón.
Se fue haciendo grande, andando y corriendo pa´ allá y pa´ acá, de la puerta de la añosa casa con techo de bahareque hasta el patio donde estaban las gallinas, los puercos y los gatos. Hermanos tuvo diez, ocho por el lado de su padre y dos hembras (Raquel y Fanny) por el lado de su madre. La mandaron a estudiar, y se cuenta que se veía tan bonita con su cuadernito en la mano, y con cadencioso andar se iba pa´ Tacarigua allá arriba a ver clases con el Maestro Cándido Sánchez en la Escuela Napoleón Narváez, y siguió estudiando porque decía que quería ser alguien en la vida, quería trabajar y tener su familia, y se fue a Cumana y en la Primogénita del Continente, en la tierra de Sucre, como dijera el Poeta Andrés Eloy, “Llegó La Mujer de Sal”, mujer que cada domingo subía las empinadas escalinatas de Santa Inés para escuchar la santa misa y con el zarandeo del Manzanares, alcanzó en esa Nueva Toledo o Andalucía, el titulo de Maestra Normalista, para volver a su margarita de antaño a servirle a su pueblo y a su gente; y vuelve a decir el Poeta Andrés Eloy, “Regresó a La Mar”.
Se casó con un Sebastino de excepción, con el hijo de la alegre Ana Marcelina y el divertido Pedro Pián, con Hilario Ramón González Lista, músico artesano de mi pueblo, luthier de condiciones innatas, el hombre que hacia los cuatros al cantor del Pueblo Ali Primera. Con Hilario tuvo dos hijas, Emilys Any y otra niña que murió al nacer; por cierto, Emilys quedó huérfana de padre y madre a muy temprana edad, pero amor y afecto no le han faltado porque la familia le ha dado bastante, en especial sus tías Raquel y Fanny. Ya de regreso, en su Margarita amada, consiguió su primer trabajo como maestra en la Escuela Básica “Ramona Caraballo Guzmán” de Las Casitas de La Asunción, luego prestó servicio en la Escuela de Guiriguire en Juangriego. Pasó después a la Escuela de Robledal en la Península de Macanao. Aquí, para ir a trabajar, salía desde bien oscuro con el alba del nuevo día y ya venía recalando a su casa entrado el anochecer. Después de tanto dar, logró su cambio para La Escuela Básica “Cruz Millán García” de su pueblo San Sebastián.
Fue allí donde alcanzó su título más grande, convertirse en la Maestra del Folklore. Esta es Quintina Gonzalez, la que adoptó ese nombre una vez casada con Hilario, la que siempre recordamos con su voz templada, con su jerga coloquial y su amplio conocimiento en cultura popular. Aún la vemos, caminando apuradita y cantando por los pasillos de la escuela, allí está, esmerada dando clases de música y folklore en su aula de Identidad Margariteña, en ese salón bonito de vestigios ancestrales, donde La Burriquita le coquetea al Pájaro Guarandol (por cierto fabricados con las manos prodigiosas e ingenio del “hombre mío“ como ella decía), donde penden los utensilios protagonistas silenciosos de la ”diversión” donde el Pescador Margariteño va en la Lancha Nueva Esparta, lanza sus Redes a la Mar y atrapa al Carite, donde la bregadora isleña tiene su Pilón en una esquina y en el otro lado un Anafe, las tres Piedras del Fogón, el Aripo y la Cazuela, por acá un Volador y un Mapire guindando y mas allá, colgado en la pared, un imponente cuatro; ¡pero que cuatro!, claro, en su interior una etiqueta que delata la querencia y su indudable calidad: Emilys.
Esta es Quintina Gonzalez, la investigadora del folklore, la que formaba las agrupaciones artísticas, musicales, danzas, teatro, y cantantes para representar muy dignamente a la Escuela Cruz Millán García de San Sebastián de Margarita en cada evento que se nos invitaba. Esta es Quintina González, la que sigue allí, preocupada por los niños y la juventud de mi pueblo, a quienes nos dedicó y ofrendó toda su vida, a quienes nos ayudó a despertar el sentido de pertenencia y amar nuestro pueblo y nuestra gente, a quienes nos inculcó que en la vida hay que portarse bién. Esta es Quintina González la sempiterna amiga de la Maestra Raquel Pérez, la que sencillamente dió su mejor aporte y mayor esfuerzo para encaminarnos por el buen sendero y fuésemos seres de buena voluntad. A la edad de 58 años, el 07 de octubre de 2001, gracias a unas de esas cosas inevitables de la vida que llaman enfermedad sin cura, se despidió Quintina Gonzalez, quedándose para siempre entre nosotros como el recuerdo perenne de la Maestra del Folklore. Viva Quintina González.
Se fue haciendo grande, andando y corriendo pa´ allá y pa´ acá, de la puerta de la añosa casa con techo de bahareque hasta el patio donde estaban las gallinas, los puercos y los gatos. Hermanos tuvo diez, ocho por el lado de su padre y dos hembras (Raquel y Fanny) por el lado de su madre. La mandaron a estudiar, y se cuenta que se veía tan bonita con su cuadernito en la mano, y con cadencioso andar se iba pa´ Tacarigua allá arriba a ver clases con el Maestro Cándido Sánchez en la Escuela Napoleón Narváez, y siguió estudiando porque decía que quería ser alguien en la vida, quería trabajar y tener su familia, y se fue a Cumana y en la Primogénita del Continente, en la tierra de Sucre, como dijera el Poeta Andrés Eloy, “Llegó La Mujer de Sal”, mujer que cada domingo subía las empinadas escalinatas de Santa Inés para escuchar la santa misa y con el zarandeo del Manzanares, alcanzó en esa Nueva Toledo o Andalucía, el titulo de Maestra Normalista, para volver a su margarita de antaño a servirle a su pueblo y a su gente; y vuelve a decir el Poeta Andrés Eloy, “Regresó a La Mar”.
Se casó con un Sebastino de excepción, con el hijo de la alegre Ana Marcelina y el divertido Pedro Pián, con Hilario Ramón González Lista, músico artesano de mi pueblo, luthier de condiciones innatas, el hombre que hacia los cuatros al cantor del Pueblo Ali Primera. Con Hilario tuvo dos hijas, Emilys Any y otra niña que murió al nacer; por cierto, Emilys quedó huérfana de padre y madre a muy temprana edad, pero amor y afecto no le han faltado porque la familia le ha dado bastante, en especial sus tías Raquel y Fanny. Ya de regreso, en su Margarita amada, consiguió su primer trabajo como maestra en la Escuela Básica “Ramona Caraballo Guzmán” de Las Casitas de La Asunción, luego prestó servicio en la Escuela de Guiriguire en Juangriego. Pasó después a la Escuela de Robledal en la Península de Macanao. Aquí, para ir a trabajar, salía desde bien oscuro con el alba del nuevo día y ya venía recalando a su casa entrado el anochecer. Después de tanto dar, logró su cambio para La Escuela Básica “Cruz Millán García” de su pueblo San Sebastián.
Fue allí donde alcanzó su título más grande, convertirse en la Maestra del Folklore. Esta es Quintina Gonzalez, la que adoptó ese nombre una vez casada con Hilario, la que siempre recordamos con su voz templada, con su jerga coloquial y su amplio conocimiento en cultura popular. Aún la vemos, caminando apuradita y cantando por los pasillos de la escuela, allí está, esmerada dando clases de música y folklore en su aula de Identidad Margariteña, en ese salón bonito de vestigios ancestrales, donde La Burriquita le coquetea al Pájaro Guarandol (por cierto fabricados con las manos prodigiosas e ingenio del “hombre mío“ como ella decía), donde penden los utensilios protagonistas silenciosos de la ”diversión” donde el Pescador Margariteño va en la Lancha Nueva Esparta, lanza sus Redes a la Mar y atrapa al Carite, donde la bregadora isleña tiene su Pilón en una esquina y en el otro lado un Anafe, las tres Piedras del Fogón, el Aripo y la Cazuela, por acá un Volador y un Mapire guindando y mas allá, colgado en la pared, un imponente cuatro; ¡pero que cuatro!, claro, en su interior una etiqueta que delata la querencia y su indudable calidad: Emilys.
Esta es Quintina Gonzalez, la investigadora del folklore, la que formaba las agrupaciones artísticas, musicales, danzas, teatro, y cantantes para representar muy dignamente a la Escuela Cruz Millán García de San Sebastián de Margarita en cada evento que se nos invitaba. Esta es Quintina González, la que sigue allí, preocupada por los niños y la juventud de mi pueblo, a quienes nos dedicó y ofrendó toda su vida, a quienes nos ayudó a despertar el sentido de pertenencia y amar nuestro pueblo y nuestra gente, a quienes nos inculcó que en la vida hay que portarse bién. Esta es Quintina González la sempiterna amiga de la Maestra Raquel Pérez, la que sencillamente dió su mejor aporte y mayor esfuerzo para encaminarnos por el buen sendero y fuésemos seres de buena voluntad. A la edad de 58 años, el 07 de octubre de 2001, gracias a unas de esas cosas inevitables de la vida que llaman enfermedad sin cura, se despidió Quintina Gonzalez, quedándose para siempre entre nosotros como el recuerdo perenne de la Maestra del Folklore. Viva Quintina González.
Dalmiro Malaver Quijada
"La Culebrita de Oriente".